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El ingreso a los colegios de la UBA

La Universidad de Buenos Aires tiene, entre sus unidades académicas, cuatro establecimientos secundarios: el Colegio Nacional de Buenos Aires, la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, el Instituto de Segunda Enseñanza (ILSE) y la Escuela de Educación Técnico Profesional de Nivel Medio en Producción Agropecuaria y Agroalimentaria. Se trata de colegios únicos por su alto nivel educativo y por la formación integral que brindan a sus egresados y egresadas. Cada año pretenden ingresar a ellos una gran cantidad de aspirantes que supera considerablemente las vacantes disponibles. Se hace necesaria, entonces, una selección, que consiste en un curso de asistencia obligatoria, paralelo al séptimo grado, durante el cual se realiza una evaluación mediante una serie de exámenes de matemática, lengua, historia y geografía, en el caso de los tres primeros colegios, y complementan a las materias básicas, en lugar de historia y geografía, ciencias naturales, introducción a la química y prácticas agropecuarias, en el caso del cuarto.

En este curso de ingreso, la diferencia con la escuela primaria no suele estar en los contenidos abordados, sino que reside fundamentalmente en la profundidad con la que se los encara. Por ejemplo, en la primaria se suele aprender porcentaje, ecuaciones y superficies; pero difícilmente se planteen problemas en los que sea necesario aplicar todos estos conceptos juntos, como sí ocurre en los exámenes de ingreso. Otro ejemplo se ve en el área de historia, donde se espera que los y las ingresantes estudien a conciencia un gran volumen de información y comprendan procesos políticos y sociales complejos y hasta discutan, analicen o se pregunten por la metodología propia de la ciencia histórica. En el área de lengua, se busca que los y las alumnas sean capaces de producir textos ricos en vocabulario, sin errores ortográficos y gramaticalmente correctos. En síntesis, se pone a cada estudiante ante una situación educativa que en apariencia es similar a la que viene transitando, pero diferente: se le exigen razonamientos más profundos en cuanto a los procedimientos y aplicaciones de los contenidos, en cualquiera de las áreas.

El curso de ingreso es, por lo tanto, un proyecto con exigencias no solo académicas, sino también emocionales tanto para quienes rinden el examen, como para su entorno. Es un año de esfuerzo en el que se requiere el compromiso de toda la familia, ya sea ayudando con los contenidos, otras veces simplemente alentando en el estudio y/o acompañando en los momentos de nervios previos a cada una de las instancias de evaluación.

Independientemente del resultado final de los exámenes, la experiencia de realizar el curso de ingreso es un proceso enriquecedor en sí mismo, porque permite reafirmar los contenidos vistos en la primaria, incorporar nuevos y, principalmente, adquirir una metodología de estudio efectiva que le será útil en adelante para cualquier colegio secundario y hasta los primeros años de la universidad.

La transición entre la escuela primaria y secundaria y esta última etapa educativa se caracterizan por la importancia de las relaciones sociales. El curso de ingreso no es ajeno a esto y en gran medida fomenta dichos vínculos. Estas relaciones cobran mayor relevancia por tratarse de personas con intereses afines, que comparten un mismo objetivo y provienen de hogares en los que la educación y la cultura se consideran valores esenciales.

Al cabo del año del ingreso, con cualquier resultado, el proyecto cumple sus objetivos. Siempre comprobamos que los alumnos y las alumnas han logrado adquirir una sólida base que les permite encarar cualquier proyecto de colegio secundario, logran una maduración temprana que se refleja en la forma de organización de su estudio y en la del trato en sus relaciones sociales y afianza sus relaciones familiares. En consecuencia, si bien el desafío es grande, creemos que vale la pena hacer el intento.

Silvina & Gustavo